Uno de los gestos caracter¡sticos de la narrativa de Silvina Ocampo es el de problematizar en la superficie de sus textos lo autobiogr fico. La puesta en cuesti¢n del relato biogr fico y del relato hist¢rico ya esta presente en Borges, en textos como Biograf¡a de Tadeo Isidoro Cruz (1829-1874), Tema del traidor y del h‚roe, etc. Esta acti-tud aparece en Silvina en combinaci¢n tanto con Borges como con Bioy Casares, no hay que olvidar que los tres publica-ron la Antolog¡a de la Literatura Fant stica, en la que, adem s de seleccionar textos de diversas ‚pocas, incluyen textos propios.
La autobiograf¡a, nacida como mera rama de la bio-graf¡a, comenz¢ un largo recorrido hasta atraer la aten-ci¢n en nuestros d¡as de la cr¡tica. Podr¡a entenderse a la autobiograf¡a como una forma esencial de comprensi¢n de los principios organizativos de la experiencia, de nuestros mo-dos de interpretaci¢n de la realidad hist¢rica que vivimos. Dilthey propone tomar como eje a las autobiograf¡as para es
tudiar la configuraci¢n hist¢rica de una ‚poca. Al preten-der articular mundo, yo y texto, la autobiograf¡a no puede ignorar el acoso creciente a que estan siendo sometidos con
ceptos como historia, poder, sujeto, representaci¢n, refe-rencialidad, expresividad. Es decir, el lenguaje no puede reducirse a mero instrumento en manos del escritor sino que su car cter de mediador entre sujeto y texto y entre ‚ste y lector nos obliga a plantearnos en qu‚ modo y medida el len
guaje no simplemente sirve al sujeto sino que lo constituye como tal.
J. Olney ha se¤alado que el estudio de la autobiogra-f¡a se desarrolla historicamente en tres etapas que corres
ponden a los tres ordenes que comprende el t‚rmino autobio-graf¡a: el autos, el bios y la graf‚. Desde Dilthey hasta aproximadamente los a¤os cincuenta el ‚nfasis recae en el bios. Gusdorf observa que al yo que ha vivido se le a¤ade un segundo yo en la experiencia de la escritura. Esta con-clusi¢n traslada el ‚nfasis a la cuesti¢n del yo -autos. Olney afirma que al perder la autobiograf¡a su condici¢n de objetividad, el escritor pierde a su vez autor-idad, al pa-sar de ser un testigo fiel a ser un ente en busca de una i-dentidad, en £ltima instancia inasible. Con lo cual el lec-tor pasa de mero "comprobador" de la fidelidad de los datos suministrados por el autor a convertirse en deposositario de la interpretaci¢n de la vida del autobiografiado.
Por via de una revalorizaci¢n y reafirmaci¢n del g‚-nero fant stico - y de sus verdaderos alcances en su rela-ci¢n con el lenguaje- viene esta problematizaci¢n de lo biogr fico, en Silvina Ocampo especie dilecta de la narra-tiva testimonial y que ha tenido y tiene el aval del psi-coan lisis y del realismo.
De lo que se trata, por un lado, es de desalentar el concepto tan firmemente sujeto y estructurado por el psico-an lisis sobre la personalidad, por el otro de la precisi¢n en torno a las relaciones entre lenguaje y mundo. En el pri
mer caso el presupuesto es el que construye el nombre, que es lo que se esta poniendo entre par‚ntesis, puesto que antes que a una persona, remite al lenguaje mismo; en el segundo, la transparencia y referencialidad de las palabras y la p‚rdida de su condici¢n inmediata en unidades de la lengua. El nombre es la puerta de ingreso al relato biogr -fico. Subrayar el car cter ficcional e ilusorio del mbito que se pinta tras esa puerta es la funci¢n discursiva de la textualidad de Silvina Ocampo en libros como "Autobiograf¡a de Irene".
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